miércoles, 22 de septiembre de 2021

Darwin la cagó.

 


Micorrizas.


Lo admito, yo que he sido un ferviente defensor de la Teoría de la Evolución y de Darwin, reconozco quizás más por deseo que por persuasión, que Darwin se equivoca.
El fin de la vida, no es la supervivencia del más apto y fuerte, en las distintas especies independientes y aisladas. No grave error.


No somos polvo cósmico, estéril y aleatorio. Existe una conexión más fuerte y trascendente que nos liga entre nosotros, humano a humano, que se consuma en la supervivencia de la especie, por encima y a pesar de nosotros mismos.
No somos aleatorios e indiferentes para el planeta, no podemos vivir sin ella y ella no sería la misma sin nosotros.
El eslabón débil en toda la Teoría de la Evolución se llama Micorriza.


La vida se abre camino, pero no asfixiando, destruyendo, aniquilando, no todo lo contrario, en el mundo vegetal prima la solidaridad, la bondad el altruismo.
Las plantas y los árboles se comunican entre ellos. Durante milenios han creado todo un ecosistema subterráneo interactuando a través de raíces uniendo plantas verdes y hongos, todas las razas vegetales unidas, formando una verdadera red de información y colaboración, comunicándose en el misterioso mundo del suelo. Esta idea a la hora de comprender la naturaleza y la vida me dio mucho más sentido que todo lo que había aprendido hasta entonces.


La existencia de un borne de unión de toda la especie vegetal es fascinante. Este milagro revolucionario lo producen unos seres misteriosos y cuasi mágicos llamados hongos, estos perseguidos y depreciados seres han sido a través de los tiempos unos incomprendidos, resaltando de ellos sólo su faceta toxica, para el hombre. Midiéndolos solamente por esta función accidental, sin tener en cuenta su relación ecológica con el planeta y la vida. Entre ellos, existen seres interesados que transforman también para si el entorno, son levaduras y seres saprofitos, que descomponen la materia vegetal y orgánica ya inerte; y como no los más mágicos y simbióticos de todos, las Micorrizas, a través de las raíces hongos y plantas crean una red común de millones de kilómetros que se conecta de una planta a otra a través de los hongos, formándose así un puente de comunicación entre ellos. Esta conexión permite que, a través de estas vías subterráneas únicas en el planeta, estos seres vegetales transmitan señales y que las nutrientes sean traspasadas de una planta a otra. Este factor es revolucionario, priorizando en el mundo vegetal la colaboración como factor primordial en la supervivencia. Creando un trasvase constante de recursos y comunicación desde donde hay más abundancia hacia donde escasean.


Todo un Mundo Vegetal actuando como un solo organismo cohesionado por la red de micorrizas.


¿Dónde está el problema entonces? El problema somos nosotros. En el mundo animal la excepción no confirma la regla.
Darwin, como buen animal que era, como todos nosotros, entendía el mundo desde esa perspectiva biológica. Somos los reyes de la creación el culmen de la evolución, todo nos está permitido y todo está para nuestro uso y disfrute, todos los recursos del planeta están para nuestra satisfacción y desarrollo, pero es un desarrollo equivocado, material depredador parasito. Somos aniquiladores en lugar de núcleos de vida donde converjan las conexiones que nos vinculen con el Planeta, con la vida vegetal, con la vida animal, incluida la humana.


No hemos tejidos redes las hemos destruido, asesinado, quemado, deforestado, extinguido. No nos hemos ganado el ser habitantes, aún somos colonos. No creamos resiliencia en el Planeta no funcionamos como una comunidad, creando sinergias en nuestras interacciones, no tenemos la capacidad de colaborar con el Planeta y hacerle más fuerte, le estamos destruyendo.


Hasta que no comprendamos, los seres humanos, que nuestra función y misión en la Vida, no es otra que ser la Micorriza del Planeta, no existirá un futuro estable para la Vida.