Que mágicos tiempos aquellos en los que la Montaña era más montaña y menos parque temático, que noches aquellas de invierno, calentados y al abrigo de un fuego de campamento y a la luz del lumogas, mirábamos extasiados las estrellas desde la Laguna Grande de Peñalara, temiamos que todo aquello iva a cambiar, y lamentablemente acertamos, uno tras otro fueron cayendo los grandes santuarios de los montañeros de los 70, Cotos, Patones, Uceda, Gudillos, Maranchón...Dejamos paso a la gran abalancha de aficionados de fin de semana, descuidados, torpes, y un poco criminales en su forma de tratar la naturaleza, y todo cambio, al mismo tiempo que todo se llenaba de basura e incendios, llegaron las prohibiciones, prohibido acampar, prohibido hacer fuego, Prohibido salirse del camino, en fin los montañeros, al igual que lobos acosados iniciamos el repliegue, buscando nuestros paraisos perdidos, y algunos lo hemos encontrado un poquito más lejos de Madrid lejos de las hordas cochinas de fin de semana, y mantenemos en secreto su ubicación, sólo unos pocos privilegiados se pasan de boca en boca el secreto, mientras escuchan de noche y al abrigo de un fuego de campamento cantar al buho.
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